El vuelo.
El vuelo terminó siendo aterrador. Comencé viendo un horizonte rosa, salpicado de varios arco iris por los que entendí terminaría caminando. Todo se me prometía feliz, y me fiaba de mis alas blancas.
Pensaba que en el espacio, las leyes del firmamento protegían la inocencia y los sentimientos limpios. Me lance, subí alto, crucé mares y bosques. Reí al roce de la brisa. Pero no contaba con los meteoritos que me laceraban a su paso. Iba de la mano de un sueño que me protegería. Nadie hubiera pensado que en lo más alto me soltaría de la mano.
Sí, caí, y mis alas quedaron como alambres. La piel sigue intacta, porque las heridas profundizaron al alma. Sé que no volveré a volar, no lo deseo; pero aquí sentada, pienso en unos pasos paralelos a los míos, en su distancia, que de manera imperceptible se reduce. Puede ser que termine caminando pendiente de otra piel, del roce de otra mano en mi mano.
Sakkarah
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