Los humanos...
Los humanos estaban acostumbrados a la compraventa. Todo tenía un precio para ellos, pero Buada, ¿cómo compraría el corazón del príncipe? No había un precio para los sentimientos, tampoco las pócimas eran efectivas, aunque en los palacios, algunas damas entretejían largas tramas para poder enlazar un marido.
No, no la gustaban los ardides para conseguir cosas. Nunca se apartaría de su natural por nada, porque todo engaño cae tarde o temprano de alguna manera. Su panorama con el humano no era nada halagüeño, y decidió cultivar su amor en un lugar escondido del alma. Allí le rodearía de juncos, y sería fuente donde aposentarse a beber sus tristezas.
Su príncipe caminaba entre mentiras, como los animales de la selva entre las trampas. Ella no podía poner su mano y sujetarle, antes de una caída. Impotente se limitaba a adorar lo que estaba perdido sin ganarlo.
Más fácil colgarse de una estrella a contemplar su ausencia
Sakkarah 25-05-2007
0 comentarios